Los secretos son algo más delicado de lo
que podría pensarse a simple vista. Sobretodo si hablamos de niñ@s pequeñ@s,
los secretos son un tanto peligrosos. Son armas filosas.
A nadie le gusta pensar que en este mundo
en el que vivimos existe el abuso infantil, pero es un hecho. Sucede en todas
las clases sociales: “hasta en las mejores familias” como dice el dicho. Como
adult@s somos responsables de tener esto en cuenta, para estar alerta.
Prevenir el abuso es algo que debemos
incorporar a nuestra rutina, debemos tener un lenguaje y una actitud que
colabore constantemente con dicho fin. Podemos empezar por familiarizarnos con
la idea de que l@s adult@s no deberían pedirle a l@s niñ@s que guarden
secretos. Incluso si algunos pueden ser muy ingenuos, no es una rutina
saludable. Debemos destacar esto en palabras, para que en caso de que algo
extraño este sucediendo, o que alguien les pida que determinada situación se
mantenga en secreto, l@s niñ@s puedan acudir a una persona adulta de confianza y contar
los hechos -que pueden no tener ninguna relación con el abuso, o si tenerlo y
dificilmente un niñ@ pueda detectar la diferencia.
Otro consejo es cambiar y/o eliminar las
actitudes poco respetuosas que hoy en día se han naturalizado -por ejemplo
insultar a l@s amig@s en forma de “broma”, o golpes suaves que ya no se
consideran violentos. Está bueno reflexionar sobre esas cositas que hacemos a
diario que no son del todo correctas para intentar cambiarlas, simplemente para
ser mejores personas. Pero además de esto, cuando somos una referencia para
un/a niñ@ o un/a adolescente debemos hacer un esfuerzo extra ya que educamos
con el ejemplo. Somos vectores de información a las siguientes generaciones, la
información que se decodifica de nuestras acciones.